Del viaje al voluntariado: un punto de inflexión decisivo
Yo era una de ellos: una viajera que ya había tenido suficiente de hacer la mochila cada dos por tres, de ir corriendo de ciudad en ciudad y visitar sitios sin un propósito concreto. En resumen: una viajera que se había cansado un poco de viajar. Esta es la razón por la cual decidí hacer un voluntariado: quedarme en un lugar, hacer algo con un sentido, contar con alguien que se preocupara por mí, encontrar un poco de reposo. Tanto mis amigos como yo no estábamos muy seguros de si una escuela iba a ser el mejor lugar para ello, puesto que en realidad andábamos buscando otra cosa. Intercambiamos mensajes con bastantes organizaciones de todo tipo en Laos y en Camboya, solo para obtener una cancelación tras otra. Una vez porque éramos demasiado jóvenes, en un par de ocasiones porque la estancia mínima era de al menos 1 mes. Estábamos viajando, de modo que no queríamos que este paréntesis durara más de 3 semanas. ¡Eso ya es como una eternidad para alguien acostumbrado a moverse cada dos días! En Camboya únicamente una persona respondió de inmediato y de un modo educado y acogedor: Cristina de Dream Big Cambodia. Así que echamos un vistazo a su página web, nos leímos el manual y los correos un centenar de veces, y después de un tiempo nos decidimos a ir. Todavía nos sentíamos un poco inseguros acerca del hecho de enseñar. Ninguno de nosotros había hecho de profesor con anterioridad. Yo trabajaba con niños, pero… ¿dar clases? ¿Enseñar un idioma que no era nuestra lengua materna?
Primeras impresiones: amor inmediato
Cuando Mr. Chang nos recogió, nos dijimos una y otra vez: «si no nos gusta, podemos irnos en cualquier momento. No nos estamos comprometiendo a nada. ¡Podemos largarnos!».
Quizás fue un accidente, o tal vez debía pasar así, pero el día que llegamos Rathana, la directora de la escuela, había comprado unos altavoces nuevos para los niños. Así que tan pronto como bajamos del tuk-tuk estalló una fiesta, y no se acabó hasta muy tarde esa noche. Cuando nos fuimos a dormir, todavía abrumados por todos los niños, el baile, aquel lugar, ya lo teníamos claro: no nos íbamos a ir de allí tan rápido como habíamos pensado.
Muy pronto nos dimos cuenta de que el mayor problema de la escuela era la alta rotación del personal. Solamente algunas personas se quedaban por más de 2 semanas, pero si realmente deseas ayudar te tienes que comprometer a largo plazo, no hay otra manera. Llegar a conocer a los niños, la rutina diaria, la forma de enseñar… todo eso lleva su tiempo. No es un lugar para viajeros que quieran ahorrarse un poco de dinero y pasar un buen rato. Por supuesto, necesitamos un par de días, semanas y sonrisas más para que al final nos decidiéramos a extender nuestro visado y quedarnos 2 meses, pero eso fue lo mejor que jamás he hecho en mi vida.
Los beneficios del compromiso a largo plazo
Cuando me fui de Bakong por primera vez, lo hice llevándome conmigo las primeras impresiones que me impactaron el día de mi llegada, y me prometí a mi misma (y quizás incluso a alguno de los niños) que acabaría volviendo.
Solo me hizo falta un mes para volver.
Esta vez ya me encontraba al corriente de los problemas, y pude empezar a ayudar a un nivel completamente diferente. El tiempo vuela en Bakong, y a veces tuve la sensación de que allí los días no contaban con horas suficientes para todo el trabajo que había por hacer. No siempre fue fácil, a decir verdad; en ocasiones me volví loca, porque el estilo camboyano de hacer las cosas y gestionar una ONG es muy diferente de nuestras maneras “occidentales”. ¡Y la corrupción es solo uno de los obstáculos!
Pero aquello que de verdad me mantuvo siempre al pie del cañón fueron las sonrisas y la confianza de los niños, que pronto se convirtieron en mis amigos y hermanos, y también la sensación de que todo lo que haces allí, todo lo que cambias, tiene un efecto apreciable. Acerca a los niños un pasito más a un futuro mejor, les ayuda a mejorar sus vidas. Cuando ves sus sonrisas y el modo en el que aprecian lo que haces, tu trabajo se hace con facilidad y te llena.
No me quedé tanto tiempo solo porque me encanta hacer voluntariado; para ser sincera, en gran parte fue por una razón muy egoísta. Obtienes mucho de vuelta, mucho más de lo que das: amor, confianza, sonrisas, amistad… me trataron como si fuera uno de ellos, sin ningún tipo de suspicacia ni de distancia. Nunca antes me había sentido tan querida y apreciada por el simple hecho de estar en un sitio y ser mí misma.
No es necesario que seas el profesor perfecto, ni un gran futbolista o algún tipo de estrella. Los niños te van a querer por haber venido, por hacer un esfuerzo y por intentarlo. Eso es el mejor regalo que hay en el mundo.
Así que a cierto punto los meses empezaron a pasar volando y ni siquiera me di cuenta. Y un día llegó el momento en el que me tuve que ir.
Ser voluntario desde la distancia: la importancia de mantener un lazo permanente
No fue un adiós triste. En Bakong todos sabían que yo iba a volver en algún momento, y la amistad puede continuar incluso en la distancia. De modo que, echando la vista atrás a todo el tiempo que pasé allí, esos 7 u 8 meses fueron los mejores de mi vida. He aprendido tantas cosas… muchas más de las que jamás habría pensado. Tuve la oportunidad de conocer de cerca un estilo de vida que era totalmente diferente a todo lo que había conocido.
Soy consciente de que no todo el mundo puede quedarse tanto tiempo como lo hice yo, pero a menudo la gente me pregunta: «¿cuál es la mejor manera de ayudar a este proyecto?«. Y solo existe una respuesta: ve a Bakong y quédate allí tanto tiempo como te sea posible, vuelve tantas veces como puedas. Esta es la mejor forma de ayudar.
E incluso ahora, de vuelta a mi vida ordinaria de cada día, los niños continúan enviándome fotos, preguntándome cuando voy a volver. Bakong se grabará en tu corazón, y ellos nunca van a olvidar lo que hiciste allí.
Gratitud infinita por la experiencia
- Gracias a todos. Gracias a Rathana, a Mr. Chang, a Sok Nim.
- Gracias a todos los padres, que están bien enterados de todo lo que sucede incluso aunque no los veas nunca. Gracias a Rea y a Somnang, gracias a la clase de quinto año por ser mi mejor clase. Os amo a cada uno de vosotros, y os recordaré siempre.
- Gracias a mi clase avanzada, no sois mis alumnos… ¡sois mis hermanos y hermanas, chicos! ¡Gracias por respetarme y enseñarme mucho más de lo que yo os he enseñado a vosotros!
- ¡Gracias a todos los estudiantes de Cristina School! ¡Sois todos mis amigos más que mis alumnos! ¡¡¡Y a todos mis amores de Kouk Trach!!!
- Gracias a Cristina por ser el hombro en el cual siempre he podido llorar y mi mejor amiga y apoyo de Europa. Este proyecto en gran medida es el resultado de tu trabajo, y sin ti nada funcionaría. ¡Eres un rol modélico para mí y espero poder seguir siendo tu ayudante!
- Gracias a todos los voluntarios. Sé que siempre dije que estaba en el proyecto únicamente por los niños, pero no es verdad: ¡también por vosotros! Os convertisteis en mis amigos y mi familia: ¡Luca, Sophia, Oscar, Alberto, Jiayian, Marie, Lucy, Morgane!
ESCRITO POR MARLENE SCHMOLKE
Tú también puedes seguir sus pasos…
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